En instantes el monitor de la única computadora con la que cuentan emprenderá un movimiento en su pantalla que será la señal inequívoca del comienzo de la competencia. Tres personas, una sola computadora. “Cinco horas reloj, quince horas humano”, dicen ellos. El cronómetro marca cero pero en sus mentes la cuenta regresiva comenzó hace ya tiempo. Llevan meses, casi un año, preparándose para este momento. Pasaron dos instancias previas: el torneo Nacional de Programación, donde salieron primeros en FAMAF y segundos a nivel país, y la instancia Latinoamericana donde merced al cuarto puesto que alcanzaron dentro de su región (en la que competían con universidades de Argentina, Perú, Uruguay, Chile y Paraguay) clasificaron a la final mundial. La pantalla les planteará doce desafíos que deberán resolver en el tiempo pautado. Ni un segundo más. Allí se verá si los dos o tres días por semana que se han juntado a entrenar, más aún en las cercanías de una competencia, los consejos de su entrenador, Matías Tealdi, la exigente formación que han recibido en las distintas materias, los infaltables mates que se han tomado en cada una de sus reuniones para mantener la mente despierta y el contacto fluído, rendirán los frutos esperados. Pero ellos ya ganaron y lo saben: “el crecimiento intelectual que uno tiene al ejercitar y pensar estos problemas es tan grande que así sea que inmediatamente no consigas pasar de instancia, ganar, o no consigas un llamado de Google, el ejercicio que hiciste te dio una ganancia de la cual no te vas arrepentir” dice Luis Ferroni. Y esta idea, de que la vivencia de las distintas instancias competitivas que los llevaron a la Final Mundial ya ha justificado el esfuerzo, es percibida desde otro ángulo por Martín Rodríguez cuando dice que “hay otro plus no menor: en las competencias compartís con un montón de gente de otro lado tus experiencias, hacés amigos, es parte de la vida como universitario”.

Matías Hunicken, Martín Rodríguez (estudiantes de la Licenciatura en Ciencias de la Computación) y Luis Ferroni (estudiante avanzado de la Licenciatura en Matemática) son los tres representantes que tendrá la Universidad Nacional de Córdoba en la Final World de la ACM-ICPC, el próximo 20 de mayo, en una pequeña ciudad del Estado de Dakota del Sur, Rapid City, en la South Dakota School of Mines and Technology. La ciudad se ha hecho famosa por tener un monte, el Rushmore, en el que a principios del siglo pasado se esculpieron los rostros de cuatro presidentes de los Estados Unidos. La ICPC (International Collegiate Programming Contest) está organizada por la Association for Computing Machinery, una de las instituciones más prestigiosas a nivel mundial que promueve la educación, desarrollo e investigación en Ciencias de la Computación. En torno a ella se dirigen los ojos de las megaempresas que precisan de programadores como nosotros de un café a media mañana: Google, Microsoft, Facebook, IBM, entre otras.

De medios y fines

No se llega allí por un simple acto de voluntarismo. El esfuerzo es apenas un tornillo del armazón que permite alcanzar la instancia final. La estructura se completa con un entrenador de experiencia en este tipo de competencias, formación académica de excelencia y apoyo institucional: “Matías Tealdi, que ahora está en Canadá, nos orientó mucho sobretodo al principio, cuando nuestro abanico de herramientas no era tan grande; él participó del certamen en el año 2010 y 2011” relata Luis Ferroni. En cuanto a la formación académica “lo que es por lo menos Argentina, FAMAF y la UBA están en buena posición; si bien la parte algorítmica no alcanza para llegar a una instancia mundial, sí te ayuda bastante. La UNR, los últimos años, ha mejorado mucho y logró ubicar equipos fuertes: eso viene de la mano que la Facultad está andando bien y que hay un ambiente de competencia” precisa Martín Rodríguez. Luis, quien además de Matemática ha comenzado a estudiar Computación, reafirma el concepto de sus compañeros  pero en relación a su propia carrera: “siento que la formación fue sólida, completa e integral.  Incluso cuando me metí en esto por primera vez, sentí que era útil, que Matemática me daba todas las herramientas mínimas como para hacer problemas difíciles de este tipo de competencias, que a veces sí son, aunque no parezca, bastante técnicos”. La posibilidad de contar con un matemático en el grupo ha permitido afrontar la variedad de problemas que se plantean en los certámenes con una ductilidad de la que no todos los equipos gozan: “hay cuestiones más abstractas y más lúdicas si se quiere, menos aplicadas a la vida real, que están más ligadas con conocimientos teóricos, en general más matemáticos que otra cosa. Y en mi  caso particular  ese es el tipo de problema adecuado, preferido”. Esto habla, también, de ciertos requerimientos institucionales, no sólo académicos, que contribuyen a crear una comunidad educativa que permite la colaboración complementaria entre campos disciplinares distintos. Algo de lo que FAMAF no carece.

Un referente en la Provincia de Córdoba

Históricamente la participación de Córdoba en la ICPC se centra en lo que sucede en FAMAF. Si bien “ha habido una sede en Río Cuarto y el año pasado participaron un par de equipos de la UTN, siempre han quedado en la instancia nacional” explica Martín. “No van porque no les interesa y no está bien comunicado qué representa para los estudiantes, sin embargo te abre las puertas al mercado laboral”. Sin ir más lejos, por haber accedido a la Final Mundial, los tres integrantes del equipo recibieron un mail de Microsoft convocándolos a una entrevista para una pasantía. La empresa IBM, de hecho, es sponsor este año de la competencia y seguramente pondrá el ojo sobre los nombres que surgirán de la competencia y pasarán a integrar el nuevo concierto de los programadores de nivel internacional.

Entrenar para este tipo de desafíos es también prepararse para superar los filtros laborales que en el futuro se les presentarán: “empresas grandes requieren personas que puedan producir ideas y la ACM es una fuente de gente idónea para hacerlo; incluso empresas como Google o Facebook realizan competencias con este mismo formato, problemas de programación de algoritmos y matemáticas”. La tendencia a implementar desafíos de este tipo, va sustituyendo de a poco los métodos tradicionales de selección de personal, al menos en el ámbito de la programación.

La ICPC otorga 12 medallas. Lo más cerca que llegó a estar un equipo argentino fue en el puesto dieciocho. Si bien consideran que entrar al grupo de esos doce sería “grandioso, se compite contra universidades que tienen un gran poderío: China, Rusia, Estados Unidos, Japón y Polonia”. Estos equipos llegan con un nivel de excelencia moldeado por mayores presupuestos, tradiciones ya establecidas y un nivel de competitivo mayor.

Las expectativas del team Gracias Demetrio son ambiciosas pero realistas. Saben que hay ciertos equipos contra las que será difícil competir, tanto a nivel mundial como latinoamericano: “nuestro objetivo sería alcanzar el título de Campeón Sudamericano, solo unos pocos equipos han quedado arriba nuestro en el scoreboard” señala Martín, saboreando una especie de revancha por el cuarto puesto alcanzado en la instancia anterior. Pero también en el espacio sudamericano se juega fuerte. Estarán presentes la UBA, la Universidad Federal de Pernambuco, la Universidad de la Habana, con equipos de más experiencia que ya van por su segunda y última participación en la ICPC.

Gracias por el mate

En aquella primera competencia de septiembre del año pasado donde FAMAF finalmente fue sede, tal vez el primer paso de este periplo que finalizará en Rapid City el próximo 20 de mayo, la participación del equipo que se llamaba Luke, soy tu viejo estuvo en vilo. A pocas horas del comienzo de la competencia faltaba la autorización de un docente que permitiera formalmente la utilización del Laboratorio de Computación, cuando providencialmente la predisposición de Demetrio Vilela, docente Algoritmos y Estructura de Datos I, se hizo presente. Gracias a ese gesto, la competencia pudo realizarse. El Licenciado Vilela también se ocupó de que durante las cinco horas que duró el desafío no les faltara agua para el mate porque como dice Matías “el mate para nosotros, mientras competimos, es combustible”. Por eso, el nombre del equipo cambió a Gracias Demetrio.

Fuente: U.N.C.